Tras más de 24 horas desde que empezasen los combates entre Armenia y Azerbaiyán —en un fuego cruzado del que se acusan mutuamente—, las escaramuzas siguen, y las víctimas mortales se incrementan.
El domingo, Armenia y la administración del Alto Karabaj, un Estado independiente de facto dentro del territorio de Azerbaiyán pero bajo control armenio, confirmaron la muerte de 59 de sus combatientes. Al menos 200 más han resultado heridos. El Ministerio de Defensa azerí no ha anunciado de momento bajas en sus cuarteles, pero el ministerio rival armenio ha publicado vídeos de varias soldados azerís muertos.
También civiles han fallecido en los combates que arrancaron el domingo. En el Karabaj, según su Gobierno, una mujer y un bebé murieron el domingo por un bombardeo sobre la capital de la región, Stepanakert. Este lunes por la madrugada, ha dicho Bakú, cinco civiles azerís han muerto por otros bombardeos, esta vez sobre la localidad azerí de Terter.
Según Azerbaiyán, en esta ola de combates, su Ejército ha controlado siete pueblos que antes pertenecían a la Administración del Karabaj; estos pueblos estaban vacíos y constituían parte de la zona que, en la guerra de los 90, los armenios conquistaron para alejar a los azerís de las montañas del Karabaj, el objeto de disputa entre ambos países.
La guerra, allí, se declaró en 1991, con la independencia de ambos países: con la disolución de la URSS, el Karabaj quedaba dentro de las fronteras de Azerbaiyán. Los armenios que poblaban las montañas -la mayoría de la población, frente a una minoría abundante de azerís- no lo aceptó, y tras pogromos, violencia y deportaciones, por ambos bandos, se declaró la guerra.
Armenia la ganó: se expulsó a todos los azerís del Karabaj y de los territorios que la rodean y se declaró la región como un Estado independiente, aunque no reconocido por nadie.
Desde 1994, cuando se firmó el armisticio, el conflicto ha quedado congelado, pero revive cada cierto tiempo, sobretodo provocado por Azerbaiyán, que tiene el 14% de su territorio nacional en manos del “enemigo”. Para armenios y azeríes, durante los últimos 25 años, la guerra ha sido algo que siempre ha estado allí, una posibilidad que nunca debe descartarse.
Y desde 1994, nunca la posibilidad de que vuelva a declararse ha sido tan alta. En abril de 2016, los combates, durante unos días, se intensificaron, pero los dos países nunca declararon la movilización general y la ley marcial. Esta vez sí que lo han hecho.