La congelación de los fondos de la ayuda internacional y el riesgo de desabastecimiento comprometen una ya frágil atención, advierten las organizaciones médicas
Cuando las tropas estadounidenses llegaron a Afganistán, en 2001, encontraron una tierra de caminos polvorientos. Con menos de 80 kilómetros de carreteras asfaltadas en una extensión algo mayor que Francia, muchos afganos y, sobre todo, muchas afganas morían en esos caminos o en hospitales a los que habían llegado demasiado tarde. Ellas, a menudo desangradas al dar a luz. En 2002, la mortalidad materna era de 1.600 fallecidas por cada 100.000 nacimientos vivos, según Unicef. En 2020, ese saldo macabro era de 638 muertes, calcula la ONU. Esta mejora insuficiente corre el riesgo de revertirse con la llegada al poder de los talibanes el pasado 15 de agosto.
Apenas nueve días después de su toma de control, el Banco Mundial, primer donante del sistema sanitario afgano, congeló los fondos para el país. Sus otras dos principales fuentes de financiación, la Unión Europea y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), hicieron lo mismo. Solo el Banco Mundial tenía previsto conceder para ese fin 784 millones de dólares (658 millones de euros) en 2021. Sin ese dinero, con las fronteras cerradas en un país que depende casi totalmente de las importaciones de material médico y medicinas, y con muchos sanitarios huidos, el sistema sanitario afgano podría encaminarse “al desastre”, explica por teléfono desde Kabul, Filipe Ribeiro, representante de Médicos sin Fronteras (MSF) en Afganistán.
No han sido las únicas instituciones que han anunciado la congelación de fondos de ayuda internacional que, en 2020, constituyeron el 42,9% del PIB del país. Los talibanes ni siquiera tendrán acceso a las reservas en divisas del banco central, atesoradas en la Reserva Federal de Estados Unidos, que de momento no les permite acceder a ese dinero, que ronda los 9.400 millones de dólares (7.900 millones de euros). Esa cifra bastaría para sufragar las importaciones de Afganistán, incluidas las de material médico y alimentos, durante 18 meses, según un análisis de la revista Foreign Policy.