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Catalunya ya nota los efectos del cambio climático

La temperatura media en Catalunya ha aumentado 1,55 grados desde 1950, año a partir del cual se empieza a disponer de una red completa de observatorios meteorológicos, y del orden de dos grados desde 1900. El cambio puede parecer escaso, algo difícil de apreciar en la vida cotidiana, pero la realidad es que ello ya ha supuesto, entre otros muchos efectos, un ligero incremento del nivel del mar, una mayor recurrencia de las olas de calor y de los periodos de sequía, un cambio de las especies marinas de pesca, una regresión de las playas, la desaparición de los últimos glaciares, un cambio de fechas en la floración y la fructificación de los cultivos y un retroceso en la montaña de las especies forestales más típicas de ambientes fríos. Es solo la punta del iceberg.
El cambio climático ya está aquí y sin duda irá a peor, aunque la magnitud de los impactos dependerá del interés que demuestre la comunidad internacional para mitigarlo y de la capacidad de los países para adaptarse a la nueva realidad. En el caso concreto de Catalunya, según las proyecciones climáticas más moderadas, se espera que la temperatura media crezca al menos otros 1,4 grados de aquí al año 2050, lo que supone -al igual que toda la cuenca mediterránea- un ritmo superior a la media mundial. Siguiendo la tendencia ya observada, el aumento térmico será mayor en las zonas de montaña del Pirineo y en verano.
Todos los anteriores ejemplos proceden del Tercer Informe sobre Cambio Climático en Catalunya, presentado este mediodía por los ‘consellers’ Raül Romeva y Josep Rull, una monumental obra de 624 páginas (en formato papel) que recoge y sintetiza toda la información científica disponible y ofrece propuestas para la mitigación del problema global desde el ámbito catalán. Los dos informes anteriores se habían publicado en los años 2005 y 2010.
En la elaboración han participado 140 científicos y expertos técnicos bajo la coordinación de Javier Martín Vide, catedrático de Geografía Física de la Universitat de Barcelona (UB), quien destaca que el informe se ha llevado a cabo de forma “independiente” gracias al trabajo de “muy destacados” especialistas de centros científicos y universidades. Y que “es además homogéneo y exhautivo”. El proyecto lo han impulsado el Consell Assessor per al Desenvolupament Sostenible de Catalunya (CADS), el Departament de Territori i Sostenibilitat (Oficina Catalana del Canvi Climàtic y Servei Meteorològic de Catalunya) y el Institut d’Estudis Catalans (IEC), con el apoyo de la Fundación La Caixa.
El principal efecto negativo del cambio climático en Catalunya será probablemente la escasez de agua puesto que buena parte del territorio ya se encuentra al límite en cuanto a explotación de recursos. Curiosamente, como recuerda Martín Vide, la precipitación medial anual no ha variado en exceso desde 1950 (disminución del 1,2%, estadísticamente sin valor), pero las proyecciones climáticas y los modelos de computación estiman una disminución del 13% en el 2100, según constata el capítulo coordinado por Josep Calbó, profesor de Física de la Universitat de Girona.
Incluso en el caso de que llueva lo mismo, la mayor evapotranspiración derivada del calor y los cambios en la distribución temporal (menos días de precipitación pero con mayor intensidad) ocasionarán una merma notable de agua, a lo que habrá que sumar la mayor demanda por parte de los regadíos y los bosques. Por ejemplo, el profesor Josep Mas-Pla y colaboradores estiman que las comarcas del interior dispondrán en el 2050 de un 18% menos recursos hídricos que en la actualidad. El riesgo de incendios forestales también se incrementará, aunque un cambio en la gestión -más aprovechamiento forestal- podría evitar lo peor.
Las nuevas condiciones climáticas no significarán la desaparición de los inviernos fríos y las heladas severas, pero sí una menor recurrencia, dice el informe. En cambio, aumentarán los episodios extremos de calor y las rachas secas. Martín Vide destaca, por ejemplo, que las noches tropicales (sin bajar de 20ºC) se han convertido en la norma en los veranos de Barcelona y que en los últimos años se empiezan a detectar noches tórridas (sin bajar de 25ºC).
Una de las consecuencias directas de la fusión de los casquetes polares y de los glaciares, así como de la expansión térmica del agua, es el aumento del nivel del mar. En el caso de L’Estartit, un referente para Catalunya con datos desde 1974, el crecimiento ronda los 3,6 centímetros por decenio. Todo ello, sumado al incremento de los temporales marítimos, tendrá como efecto una erosión clara en las playas, que ahora ya pierden entre 60 y 90 centímetros anuales, como recuerda en el informe el capítulo coordinado por Agustín Sánchez-Arcilla, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). “En el 2100, el 20% de las playas requerirán de acciones adicionales para su mantenimiento”, añade. Los terrenos más afectados serán lo deltaicos,como la desembocadura el Ebro, el Llobregat, el Tordera y el Ter-Fluvià.
El periodico

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