Cuando yo enseñaba inglés en el Puerto del Pireo, en Grecia, un colega y yo solíamos pasar nuestro tiempo libre en la sala de profesores especulando sobre cómo sería el idioma más difícil del mundo. Talvez tendría diferentes terminaciones de verbos para cada día de la semana. O posiblemente la forma de dirigirte a cada persona variaría según la altura de la persona con la que estuvieras hablando.
Por supuesto, el concepto del idioma más difícil es una tontería. La dificultad de un idioma depende de su punto de partida. Como Guy Deutscher escribió en su estimulante libro “El prisma del lenguaje”, “el sueco es muy fácil, si eres noruego, y el español también lo es si eres italiano”. Tanto el sueco como el español son más difíciles para las personas que hablan inglés, aunque no tanto como el árabe, que a su vez es menos difícil si tu lengua materna es el hebreo, como en el caso del Sr. Deutscher.
Pero el Sr. Deutscher demuestra que algunos idiomas tienen características cuya complejidad supera todo lo que mi colega y yo pudiéramos haber soñado. Matsés, un idioma que se habla en la frontera entre Perú y Brasil, tiene formas verbales que cambian dependiendo de si el hablante vio algo con sus propios ojos, lo dedujo, se basó en conjeturas o lo escuchó de otra persona. Supyire, un dialecto en Malí, tiene cinco géneros: humanos, cosas grandes, cosas pequeñas, grupos y líquidos.
¿Qué tan complejo es el inglés? La pregunta surgió después de escuchar los comentarios del presidente francés, Emmanuel Macron, durante su conferencia de prensa conjunta con Donald Trump y después de leer una entrevista del Financial Times (FT) con Carl-Henric Svanberg, presidente de BP.
Las respuestas que el Sr. Macron dirigió en inglés a la prensa estadounidense fueron realmente impresionantes. Eludió hábilmente cualquier problema diplomático, sin necesidad de un guion. Por otra parte, el Sr. Svanberg, quien es de origen sueco, recordó lo mal que salió uno de sus encuentros en la Casa Blanca. En declaraciones a los periodistas después de una reunión con Barack Obama durante el desastre del derrame de petróleo de Deepwater Horizon en 2010, el Sr. Svanberg provocó la furia de la prensa después de decir lo siguiente sobre BP: “Nos importan las ‘pequeñas’ personas”.
“Se suponía que yo iba a responder a un par de preguntas, pero terminé respondiendo a seis y di un traspié con la última”, dijo el Sr. Svanberg, reflexionando sobre los peligros de hablar en un segundo idioma.
Si es difícil para un sueco hablar inglés, ¿cuánto más difícil debe ser para alguien cuyo idioma nativo no tiene ninguna relación con el inglés, como el japonés o el turco?
A primera vista, el inglés parece un idioma fácil de aprender. Cualquier cosa que no sea obviamente masculina o femenina es “it”. No hay necesidad de preocuparse por el género de “teléfono” o “grapadora” o “estupidez”.
Los adjetivos siguen siendo los mismos independientemente del género del sustantivo asociado: mujer valiente, hombre valiente, mundo nuevo y valiente. Salvo en el caso de “-s” en el tiempo presente en tercera persona del singular (“she sings”), los verbos no cambian, sin importar el sujeto (“he ran”, “they ran”).
La palabra “amigo” sigue siendo la misma ya sea que digas “él es mi amigo”, “hola, mi amigo”, “le di una patada a mi amigo” o “es la casa de mi amigo”. En griego, como descubrí en mis días en el Pireo, esta palabra requiere una serie de terminaciones de sustantivos, que cambian según el género del amigo.
Pero hay aspectos del inglés endiabladamente complejos. La ortografía claramente no proporciona una guía consistente para la pronunciación de ciertas palabras. Solo hay que pensar en “cough”, “through”, “bough”, “though” y “hiccough”; cada una tiene una pronunciación diferente de “-ough”.
Además, existen verbos preposicionales (verbos acompañados por preposiciones), con variaciones incomprensibles en su significado. Los estudiantes de inglés tienen todo el derecho a sentirse “put out” (molestos) cuando tienen que “put up” (alojar) a alguien por una noche solo para descubrir que no pueden “put up” (soportar) a esa persona. Es posible que quieran “put off” (postergar) sus clases de inglés para otro momento.
Algunos investigadores han descubierto que los hablantes nativos de idiomas germánicos, que también tienen verbos preposicionales, encuentran que las versiones en inglés son más fáciles de dominar, pero que los estudiantes chinos de inglés hacen todo lo posible por evitarlos.
Como el inglés es indiscutiblemente el idioma de los negocios y la política, aquellos que quieren alcanzar los puestos más altos no tienen otra opción que superar estos obstáculos. Si, como hablante no nativo, logras leer el FT, te encuentras entre los miembros más impresionantes del grupo, y sin duda tendrás tus propios puntos de vista sobre lo que hace que el inglés sea fácil o difícil.
“Si es difícil para un sueco hablar inglés, ¿cuánto más difícil debe ser para alguien cuyo idioma nativo no tiene ninguna relación con el inglés, como el japonés o el turco?”, Sr. Svanberg, presidente de BP.
El Economista