Washington confirma que los nuevos aranceles al acero y al aluminio entrarán en vigor esta medianoche. Bruselas y el Gobierno de Peña Nieto ya han anunciado represalias.
Donald Trump ha decidido finalmente lanzar la guerra comercial contra sus grandes aliados, la Unión Europea, México y Canadá, al activar unos aranceles al acero (25%) y al aluminio (10%) que había anunciado en marzo pero dejado en suspenso con el fin de abrir una negociación. Dentro del credo trumpista del América primero, Washington pide cambios para reducir el déficit comercial con dichos países y China, pero las conversaciones no han fructificado y la escalada arancelaria está servida. La Administración de Estados Unidos anunció este jueves que los gravámenes entraban en vigor a medianoche. Bruselas y el resto de afectados ya anunciaron represalias.
Estados Unidos, el país más rico del mundo, importa de otros países mucho más de lo que exporta y ese desequilibrio, el déficit comercial, obsesiona a Trump desde que comenzó su carrera a la Casa Blanca. Lo señala como gran mal del sector industrial estadounidense y, por tanto, origen de todos los males de la clase media. Así es como Washington se ha embarcado en una batalla solitaria, sin distinguir entre aliados ni rivales, con tres grandes frentes al tiempo: el de Europa; el de Canadá y México (con los que quiere reformar o romper el tratado que les une) y el del gigante asiático.
Las tarifas al aluminio se imponen bajo el argumento de la seguridad nacional. El secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, defendió este jueves en teleconferencia que “sin una economía fuerte, no puedes tener una seguridad nacional fuerte”, ya que el debilitamiento de la industria es un riesgo para la producción o compra de armamento, un razonamiento que Canadá tachó este jueves de “inconcebible”.
Según Ross, las conversaciones con los socios europeos habían logrado algunos “avances”, pero no los suficientes, a su juicio, para mantener la exención a los nuevos aranceles, que expiraba en la medianoche. En el caso de México y Canadá, la suspensión de los gravámenes respondía a la negociación para reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC) un proceso que ha entrado en vía muerta y no tiene fecha prevista de conclusión.
Ross evitó precisar qué es lo que Washington quiere exactamente de Europa en materia comercial, limitándose a señalar que existe una “variedad de temas” que discutir. No obstante, lo que Estados Unidos ha intentado hasta ahora es cerrar acuerdos con medidas que, a la postre, limiten de forma directa sus importaciones. Es el tipo de pacto que ha alcanzado con Corea del Sur, Australia, Brasil y Argentina, que sí se mantienen exentos de las nuevas tarifas.
Pero con la Unión Europea, el principal socio comercial como bloque de EE UU, el sistema trumpiano de abrir las negociaciones con rehenes sobre la mesa (aranceles aprobados y, acto seguido, congelados) no ha funcionado. “Es puro y simple proteccionismo. Estados Unidos no nos deja otra opción que proceder a presentar el caso ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) e imponer más aranceles a una serie de importaciones de EE UU”, anunció el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en un comunicado. Bruselas presentará este viernes el procedimiento legal en la OMC.
Cuando Trump lanzó su primera amenaza contra el acero y el aluminio europeos, Bruselas elaboró una lista de unos 350 productos (desde alimentos a bebidas, maquillaje o barcos de recreo) que quedarían sujetos a gravámenes adicionales como represalia por la medida estadounidense. La Comisión Europea ya las notificó a la OMC para poder actuar con rapidez si Washington abría la guerra comercial, así que el Ejecutivo comunitario calcula que podría activarlas tan pronto como a mediados de junio. Bruselas presentó dos listados que penalizan productos cuyas ventas a la UE representan unos 6.400 millones de euros, un montante equivalente a las ventas europeas de acero y aluminio a Estados Unidos que busca igualar daños.
“Hoy es un mal día para el comercio mundial. Hemos hecho todo lo posible para evitar este resultado”, lamentó la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, que ha dialogado incansablemente con Ross durante los últimos meses. Malmström mostró su frustración por el desenlace. “En estas conversaciones, Estados Unidos ha tratado de usar la amenaza de restricciones comerciales para obtener concesiones de la UE. Nosotros no negociamos así”, reprochó. Pero así es la estrategia trumpista, que a pocos meses de las elecciones legislativas está intensificando su discurso nacionalista.
Negociar con aranceles
Ross insistió este jueves en que la activación de estos nuevos aranceles no tiene por qué interrumpir las negociaciones. “China está pagando los aranceles, que entraron en vigor en marzo, y no ha usado eso como excusa para no negociar con nosotros. Solo la UE insiste en que no podemos negociar si hay aranceles”, dijo en París el día anterior, en un foro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
China supone el grueso del déficit comercial de EE UU (375.000 de un total de 556.000 millones, con las cifras del año pasado), seguida por la UE (151.000). Pekín y Washington han anunciado aranceles recíprocos sobre sus respectivas importaciones por valor de 50.000 millones cada uno y ha amenazado con elevar las sanciones. Además, ya hay otras tarifas en vigor desde marzo por valor de 6.000 millones de dólares (3.000 por cada banda). Aun así, Ross viaja este viernes a Pekín para seguir con las conversaciones.El secretario de Comercio quitó hierro sobre el efecto que las represalias puedan tener en la economía estadounidense, pero el fuego llega cada vez de más países y puede cebarse en Estados agrícolas que son un granero de votos para Trump, lo que puede resultar contraproducente de cara a las elecciones legislativas de noviembre.
La contienda comercial con Estados Unidos también ha tensado, antes incluso de arrancar, las relaciones en el seno de la UE. Alemania, principal perjudicada por las medidas que encarecen las importaciones europeas, insistió con fuerza en ofrecer a Washington incentivos comerciales para evitar el conflicto. En el extremo opuesto, Francia argumentaba que no debía articularse ninguna propuesta bajo la amenaza de Trump. Como punto intermedio, los jefes de Estado y de Gobierno esbozaron un plan para mejorar los intercambios entre ambos bloques, con el señuelo de facilitar el acceso a Europa de los automóviles estadounidenses y de incrementar las compras del gas natural licuado que produce Estados Unidos. Como ocurrió en el caso del acuerdo nuclear iraní, Washington ignoró todas las ofertas de la UE.
EL PAIS