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El Gobierno alemán acuerda crear centros de migrantes en la frontera con Austria

Las diferencias entre el partido de la canciller Merkel, la CDU, y su aliado bávaro de la CSU, amenazaban con derribar el Ejecutivo.

Tras quince días de máxima tensión política, los conservadores alemanes han llegado a un acuerdo para evitar el colapso del Ejecutivo de coalición en Berlín. “Tras intensas negociaciones entre la CDU y la CSU hemos llegado a un acuerdo para prevenir en el futuro la inmigración ilegal en la frontera”, anunció Horst Seehofer, ministro de Interior alemán y líder rebelde bávaro que durante dos semanas ha amenazado con derribar el Gobierno. El pacto incluye la creación de centros para migrantes en la frontera y permite a Seehofer, salvar la cara y retirar su amenaza de dimisión.

“Hemos encontrado un acuerdo realmente bueno tras días duros y difíciles”, estimó la canciller, Angela Merkel. El anuncio del pacto aleja el fantasma del descalabro del frágil Gobierno que los conservadores comparten con la socialdemocracia alemana desde el pasado marzo y que ah mantenido en vilo a la UE.

“Por un lado queremos instalar centros de tránsito en Alemania y desde allí llevar a cabo devoluciones de acuerdo con países de los que vengan los demandantes de asilo y en los que ya estén registrados”, explicó la canciller al anunciar el pacto. “De esta manera, el espíritu de la Unión Europea se preserva y a la vez damos un paso importante para ordenar y controlar la migración secundaria”.

Se refirió Merkel a atajar el desplazamiento de demandantes de asilo entre países de la Unión, un objetivo que Seehofer había convertido en una exigencia para permanecer en el Gobierno. Las cifras oficiales indican que Alemania solo logra ejecutar el 15% de las devoluciones de demandantes de asilo que solicita a la UE. El año pasado, Berlín solicitó la devolución de 64.267 refugiados a países de la UE.

La migración ha sido explotada en contra de la canciller, a raíz de la llegada al país de cerca de un millón y medio de refugiados desde 2015 durante su tercer mandato. La extrema derecha han convertido a Merkel en el blanco de sus más duras críticas, mientras que los muy conservadores bávaros han redoblado su ofensiva en las últimas semanas, ante la cercanía de una electoral crucial en otoño. El destacado lugar que ocupa la cuestión migratoria en el debate político alemán no se corresponde sin embargo con la realidad sobre el terreno, donde las llegadas de demandantes de asilo han caído drásticamente en el último año.

El lunes, las cúpulas de los partidos históricamente aliados -la Unión demócrata cristiana (CDU) de la canciller, Angela Merkel, y su hermano bávaro (CSU)- se reunieron, con la amenaza de dimisión de Seehofer y de ruptura del Gobierno todavía en el aire. Desde las filas de sendos partidos se escucharon durante el día llamadas a la unidad. Las diferencias entre en torno a la política migratoria, pero también sobre el papel de la Unión en la protección de las fronteras interiores, ha quebrado una alianza política que dura casi 70 años y que amenaza con derrumbar al Gobierno de Berlín.

Seehofer alentó la confrontación hasta el último momento, frente a los deseos de unidad que emanaron a lo largo del día destacados parlamentarios de ambas formaciones. “No me voy a dejar cesar por alguien que es canciller gracias a mí”, dijo Seehofer antes de la reunión con Merkel al Süddeutsche Zeitung. “Estoy en una situación inimaginable. La persona a la que ayudé a llegar donde está quiere ahora quitarme de en medio”.

Hace dos semanas, el ministro del Interior impuso un ultimátum a Merkel: o presentaba a su partido una fórmula para impedir la llegada de demandantes de asilo que hubieran pedido protección internacional en otro país de la UE, o apretaba el botón para activar el cierre de la frontera austro-bávara saltándose reglas y consensos europeos.

En estas dos semanas, Merkel ha puesto a la UE patas arriba. Ha peleado para sacar adelante un texto de conclusiones en el Consejo Europeo del pasado jueves en el que se menciona expresamente —punto 11— la preocupación de Seehofer relativa a las llamadas “migraciones secundarias”. Además, asegura haber logrado el compromiso bilateral con hasta 16 países —tres de ellos, del Este, lo niegan sin embargo— para acelerar las devoluciones de refugiados que establece el reglamento de Dublín.

Seehofer considera que esos acuerdos no son suficientes, porque no ejercen “el efecto equivalente” al cierre de fronteras. Todo es poco para la CSU, que en octubre podría perder la mayoría absoluta debido al empuje de Alternativa por Alemania (AfD), la extrema derecha que con un discurso antiinmigración ha logrado seducir a un 13% del electorado alemán.

Los ultras han sabido explotar los miedos y anhelos identitarios de una población que en un principio, en 2015, dio una calurosa bienvenida a los huidos de la guerra. Por eso, el conflicto con la CSU es un síntoma, uno más de la batalla de las ideas y percepciones que se libra en Europa entre el populismo nacionalista y xenófobo y el multilateralismo cosmopolita.

Desde varios partidos de la oposición y también del Gobierno —socialdemócratas (SPD)— la paciencia con la CSU se acababa. Acusan a los bávaros de irresponsable y de tomar al país como rehén para satisfacer sus aspiraciones electorales. Andrea Nahles, presidenta del SPD advirtió de que “estamos dispuestos a continuar en la coalición de Gobierno”, pero también de que “nuestra paciencia está llegando a un límite”. Sigmar Gabriel, ministro de Exteriores socialdemócrata en la anterior gran coalición de Merkel, sintetizó ese malestar en un par de tuits: “[La CSU] Ha tomado a Alemania y a Europa como rehén. Están infringiendo un daño sin precedentes a la democracia del país […]. El enfado por esta irresponsabilidad te hace querer gritar: ¡Basta ya!”

el Pais

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