“¿Qué es el insomnio? La pregunta es retórica; sé demasiado bien la respuesta. Es temer y contar en la alta noche las duras campanadas fatales, es ensayar con magia inútil una respiración regular, es la carga de un cuerpo que bruscamente cambia de lado, es apretar los párpados, es un estado parecido a la fiebre y que ciertamente no es la vigilia, es pronunciar fragmentos de párrafos leídos hace ya muchos años, es saberse culpable de velar cuando los otros duermen, es querer hundirse en el sueño y no poder hundirse en el sueño, es el horror de ser y de seguir siendo, es el alba dudosa”. Así describía el escritor argentino Jorge Luís Borges el insomnio, uno de los trastornos del sueño más comunes entre la población.
En contraposición con la prosa de Borges, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (conocido como DSM por sus siglas en inglés) define el trastorno de insomnio como la “insatisfacción por la cantidad o la calidad del sueño” en relación a la dificultad para iniciar el sueño, mantenerlo durante la noche o despertar con la incapacidad de volverse a dormir. En todos estos casos el DMS contempla que la falta de sueño puede derivar en un malestar clínico que afecte directamente a la esfera social, laboral, educativa o académica, llegando a incluso a modificar el comportamiento de una persona.
Según recoge el Instituto del Sueño, las causas del insomnio pueden clasificarse en dos ramas, dependiendo de si se originan a raíz de otras patologías médicas o por causas externas. En el primer caso, el orígen del trastorno es interno y se relaciona directamente con enfermedades metabólicas, hormonales, neurológicas, reumatológicas, digestivas o psiquiátricas. En el segundo caso, en cambio, el trastorno de sueño está directamente relacionado con factores ambientales como los malos hábitos, el abuso de sustancias y otras circustancias de la vida del paciente que comporten situaciones de inestabilidad o estrés.
Las estadísticas oficiales sobre el tema apuntan a que de un 10 a un 15 % de la población adulta padece insomnio crónico y que un 25 a 35 % ha sufrido un insomnio ocasional ante situaciones de elavado estrés. Sin embargo, algunos estudios sobre el diagnóstico de este trastorno apuntan a que solo el 5% de los pacientes acuden al médico en relación a sus problemas de sueño, mientras que un 30% tan solo los mencionan cuando un profesional sanitario pregunta directamente por ello.
Base genética
Para poder dar una explicación a esta extensa patología, cada vez son más los estudios que se sumergen en la base genética para hallar las variaciones genéticas responsables del insomnio. Según apuntan los expertos, esta aproximación ayudaría tanto a entender el porqué se produce como para prevenir y tratar su incidencia.
En reciente estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry se identificaron genes específicos que pueden desencadenar el desarrollo de problemas del sueño y que, además, relacionan el insomnio con otros trastornos psiquiátricos, como la depresión o afecciones físicas como enfermedades cardíacas o diabetes tipo 2. Por otro lado, a principios de año, la Universidad de Ámsterdam presentó el mayor estudio jamás realizado sobre los genes implicados en el insomnio. Gracias al análisis de más de un millon de genomas, los investigadores identificaron 956 genes relacionados con este trastorno del sueño, lo que en un futuro podría ayudar a acotar la incidencia genética de esta patología.
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