Los desencuentros entre Macron y el Gobierno italiano abren una crisis diplomática entre dos socios fundadores de la UE.
Las reiteradas muestras de apoyo del Gobierno italiano a la revuelta de los chalecos amarillos han colmado la paciencia del presidente francés, Emmanuel Macron. París llamó este jueves a consultas a su embajador en Roma en respuesta a lo que considera una “injerencia” y una “falta de respeto” que ha creado una situación “sin precedentes desde el fin de la guerra” entre ambos socios fundadores de la Unión Europea. En el contexto de las elecciones europeas del próximo mayo, tanto el liberal Macron como los líderes populistas italianos plantean la campaña como un choque entre las respectivas visiones de Europa.
El detonante de esta crisis diplomática fue el encuentro que mantuvo en París el vice primer ministro italiano, Luigi Di Maio, este martes, 5 de febrero, con varios representantes de los chalecos amarillos franceses, movimiento de protesta que surgió en noviembre y cuyos sectores más radicales buscan la caída de Macron. Di Maio, líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S, en sus siglas italianas) se reunió con dos figuras del movimiento. Una es Ingrid Levavasseur, integrante de un nuevo partido que quiere presentarse a las europeas. El otro es Christophe Chalençon, que en diciembre dijo que “una guerra civil [en Francia] es inevitable” y que, si el presidente de la República no cedía, “corresponde a los militares entrar en juego”.
La última vez que París llamó a su embajador en Roma a consultas fue en 1940, tras la declaración de guerra de Italia a Francia en la Segunda Guerra Mundial. “Francia ha sido objetivo, desde hace meses, de acusaciones repetidas, ataques sin fundamento, declaraciones ofensivas que todo el mundo conoce y tiene en mente”, se lee en un comunicado del Quai d’Orsay, sede del Ministerio francés de Exteriores. “Esto no tiene precedentes desde el fin de la guerra. Estar en desacuerdo por algo es una cosa, pero instrumentalizar una relación con fines electorales es algo distinto. Las últimas injerencias constituyen una provocación suplementaria e inaceptable. Violan el respeto debido a la elección democrática, hecha por un pueblo amigo y aliado. Violan el respeto que se deben entre ellos los gobiernos democrática y libremente elegidos”.
El Quai d’Orsay añade que “todos estos actos crean una situación grave que siembra interrogantes sobre las intenciones del Gobierno italiano respecto a su relación con Francia”. Y concluye: “A la luz de esta situación sin precedentes, el Gobierno francés ha decidido llamar a consultas al embajador de Francia en Italia. Francia llama a Italia a actuar para reencontrar la relación de amistad y de respecto recíproco, a la altura de nuestra historia y de nuestro destino común”.
En lenguaje diplomático, la llamada a consultas es una “orden que se envía a un jefe de misión por el ministro de Relaciones Exteriores del Estado acreditante para que se persone urgentemente con objeto de informar sobre un determinado asunto y recibir instrucciones particulares”, según el glosario del Ministerio español de Asuntos Exteriores. En este caso, significa que Christian Masset, embajador de Francia en Roma, deberá volver a París para consultar con el ministerio francés los pasos a seguir.
La visita de Di Maio a Francia se añadía a otros gestos y declaraciones de apoyo a los chalecos amarillos en las últimas semanas, procedentes tanto de Di Maio como de su socio y hombre fuerte del Gobierno italiano, Matteo Salvini, próximo a Marine Le Pen, rival francesa de Macron y líder del Reagrupamiento Nacional, heredero del partido de extrema derecha Frente Nacional. “Macron ya no es mi adversario. Ya no es un problema para mí. Es un problema para los franceses”, se felicitó Salvini al estallar la revuelta francesa. Los líderes italianos han identificado en los chalecos amarillos un movimiento populista con rasgos similares a los de los partidos y movimientos que ellos lideran.
Devoluciones en caliente
La tensión no es nueva. Antes, el motivo de desacuerdo fue la inmigración. La batalla por el control de las fronteras sigue abierta. Francia desplegó primero a la Gendarmería en algunos puntos clave, provocando asentamientos de migrantes al otro lado —Ventimiglia o Claviere— y la ira de Italia. Salvini, el primero en el Gobierno de Liga y Movimiento 5 Estrellas en fijar el objetivo político contra Macron, acusó a París de devolver en caliente a decenas de migrantes.
Uno de los últimos desencuentros, además de las acusaciones de colonialismo o refriegas por el liderazgo en la pacificación de Libia, se produjo a raíz de la extradición del terrorista Cesare Battisti de Bolivia a Italia. Durante años, el exmiembro de Proletarios Armados por el Comunismo (PAC), un ala de las Brigadas Rojas, vivió en Francia amparado por una ley promulgada por François Mitterrand que lo permitía -sin atender a las peticiones de extradición- siempre que se renunciase a la lucha armada. Battisti, como tantos otros, estaba condenado y huido de la justicia de Italia. Salvini aprovechó su regreso para acusar a Francia de seguir dando amparo a otros terroristas.
El intento de seducción del M5S a los chalecos amarillos —la semana que viene está prevista otra reunión en Roma— tiene dos vertientes. Por un lado busca sacar de quicio a Macron y alimentar el instinto antieuropeo de una buena parte de sus votantes. Por otro, se debe a la pura necesidad de encontrar aliados en Europa para concurrir a las próximas elecciones de mayo. Los grillinos aspiran a tener un grupo propio en el Parlamento, pero para ello necesitarán junta a siete partido de siete estados distintos. Por ahora, cunde la desesperación. Más teniendo en cuenta que la Liga, su socio de Gobierno, tiene ya un plan muy avanzado.
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