May asegura que los ciudadanos reclaman un esfuerzo conjunto de los dos partidos.
El pasado viernes, a última hora, era el momento de lanzar el órdago negociador. Y el equipo nombrado por el Partido Laborista para negociar con el Gobierno de May el modo de evitar un Brexit salvaje salió de la reunión “decepcionado”. Culpaban a Downing Street de haberse mostrado inflexible y de no haber sido capaz de ofrecer ningún cambio en su planteamiento. Pero ninguna de las dos partes anunció la ruptura de las conversaciones. Han seguido durante el fin de semana, y las señales emitidas en las últimas horas han sonado esperanzadoras. Está por demostrar que los avances sean reales o que se trate de una estrategia de ambas partes para liberarse de culpa en el caso de un fracaso inminente.
“Si piensas en ello, la gente no votó de un modo partidista en el referéndum del Brexit”, decía a última hora de la noche del sábado May en un mensaje grabado para los medios. “Y realmente creo que la ciudadanía desea que los partidos trabajen conjuntamente más a menudo. Hay muchas cosas en las que no estoy de acuerdo con el Partido Laborista, pero creo que en el Brexit hay mucho terreno en el que podemos coincidir: acabar con el libre movimiento de ciudadanos comunitarios, asegurar nuestra salida de la UE con un buen acuerdo, proteger los empleos o reformar nuestra seguridad”, explicaba May en un sofá, con un tono más relajado —hasta se permitió sonrisas—que el exhibido en los últimos días.
La “ministra en la sombra” de Industria —el equivalente de la oposición al respectivo ministerio—, Rebecca Long-Bailey, aseguró este domingo en la BBC que el ambiente de las conversaciones mantenidas hasta el momento había sido “bastante positivo y esperanzador”, aunque sugirió a la vez que se había avanzado poco. “Lo triste es que, por el momento, no hemos visto cambios sustanciales en el acuerdo de salida de la UE propuesto, pero confiamos en verlos en los próximos días, y queremos seguir hablando, como sabemos que también lo desea el Gobierno”, ha dicho Long-Bailey.
La última baza de May, según cuenta este domingoThe Sunday Times, sería ofrecer por ley la garantía de que el Parlamento tuviera la última palabra en la negociación con la UE posterior al Brexit, la que debe decidir cómo será la futura relación entre los dos bloques. Un “cerrojo anti Boris”, lo han denominado, en referencia al euroescéptico Boris Johnson. Se bloquearía así la posibilidad de que un sustituto conservador de la primera ministra cambiara lo pactado.
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