Hong Kong se ha abrazado este domingo a la bandera de Estados Unidos. Los manifestantes han enviado su mensaje desde las calles al Gobierno y a la policía de Hong Kong: pese a la retirada definitiva del proyecto de ley de extradición, los ciudadanos no cejarán su presión hasta que no vean cumplidas el resto de sus demandas. Y lo han expresado primero, por las buenas, con una marcha de decenas de miles de personas envueltas en la bandera de las barras y estrellas hacia el consulado de EE UU. Después, por las malas, cuando hacia la media tarde grupos de jóvenes radicales vestidos de negro han comenzado a perpetrar episodios de violencia. Una de las bocas de la parada más céntrica de metro ardía, cerrada con anterioridad por la policía. Varias barricadas cortaban las calles.
En medio de las algaradas, el activista Joshua Wong, uno de los líderes del Movimiento de los Paraguas, precursor hace cinco años de las protestas de hoy, quedó nuevamente detenido a su llegada al aeropuerto de Hong Kong, tras una serie de reuniones en EE UU y en Alemania. Wong había sido arrestado el 30 de agosto y puesto en libertad bajo fianza, aunque recibió autorización para viajar y cumplir compromisos previos. Según ha puntualizado su partido, Demosisto, en un comunicado, Wong fue detenido por “violar las condiciones de su fianza”. “Parece que se han cometido errores en el certificado de fianza. Se espera que quede en libertad tras una audiencia este lunes”, puntualiza el activista de 22 años.
Con la marcha, los manifestantes buscaban instar al Congreso de EE UU, que retoma su sesión legislativa este lunes, para que apruebe una propuesta de ley que obligaría a ese país a verificar que se respetan los derechos humanos en Hong Kong, antes de renovar anualmente el trato comercial preferente que otorga a este territorio autónomo. La representación estadounidense no ha hecho comentarios sobre la marcha, más allá de confirmar que uno de sus diplomáticos recibió la carta que le entregaron los participantes en la protesta.
China sostiene que las manifestaciones en Hong Kong no son actos espontáneos, sino que cuentan con el respaldo y la financiación de potencias extranjeras -Estados Unidos, principalmente-, directamente o a través de ONG y otras instituciones. Las imágenes de jóvenes enmascarados que alzan la bandera estadounidense refuerzan esa narrativa. Pero varios manifestantes, que aseguraban conocer la opinión de Pekín, se declaraban indiferentes a esas denuncias.
“El Gobierno de Hong Kong y Carrie Lam han dejado claro que no quieren hacernos caso. No quieren una comisión independiente que investigue el agresivo comportamiento de la policía. No nos queda otro remedio que pedir ayuda a otros países”, declaraba Winnie, una manifestante de 18 años.
El miércoles, la jefa del Gobierno autónomo, Carrie Lam, había anunciado la retirada formal del proyecto de ley de extradición, del que se temía que abriera la puerta a entregas arbitrarias de sospechosos a China. La tramitación de esa medida, en junio, había desencadenado la actual ola de protestas. Pero desde entonces, las demandas de los participantes en ellas han evolucionado, y ya ese proyecto de ley -suspendido desde el 15 de junio- había dejado de ser lo más relevante. La principal demanda, ahora, es una investigación independiente sobre el uso excesivo de la fuerza por parte de la policía. Le siguen la amnistía para los cerca de 1.200 detenidos en las protestas; no designar las manifestaciones como “disturbios” -legalmente, la participación en disturbios puede acarrear hasta cinco años de cárcel-, y poner en marcha reformas democráticas.
Grupos de manifestantes han expresado, a través de las redes sociales o en ruedas de prensa, su desconfianza hacia el gesto de Lam, que creen encaminado a desactivar, por un lado, la posibilidad de que el Congreso de EE UU apruebe su medida; y, por otro, escenas de protestas violentas el 1 de octubre, cuando China celebrará el 70º aniversario de la fundación de la República Popular y no quiere que nada empañe esos festejos.
Como ya se ha convertido en una rutina a lo largo de estos últimos tres meses en Hong Kong, tras la manifestación pacífica llegaron los episodios de violencia. Después de que la policía detuviera a tres personas en la estación de Central, esa parada de metro se convirtió en blanco de la ira de grupos de manifestantes radicales, que rompían los adoquines para utilizarlos como proyectiles y, además de prender fuego a una de las bocas de metro, hacían arder varias barricadas. Más tarde, los incidentes se trasladaban a Causeway Bay, una zona comercial.
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