El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, rompió el 29 de mayo las relaciones de su país con la Organización Mundial de la Salud (oms), a la que cuestiona por el manejo de la crisis epidemiológica provocada por el nuevo coronavirus.
Justificó su decisión argumentando, con su acostumbrada prepotencia, que la entidad global –líder incuestionable en la gestión contra la pandemia actual– no había realizado las reformas que su nación le había exigido, y reiteró las acusaciones de que «es demasiado indulgente con China».
Ya en el mes de abril, Trump había suspendido temporalmente las contribuciones de la Casa Blanca al presupuesto de la oms, estimadas en unos 450 millones de dólares al año, lo que equivale al 15 % de las finanzas de la institución.
Entonces, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, António Guterres, respondió a la controvertida decisión asegurando que no era el justo momento para salirse con la nueva de «cortar los fondos»; en tanto Alemania, Australia, Rusia, Nueva Zelanda, la Unión Europea y otros se han pronunciado en contra de la absurda e inoportuna medida-castigo de Washington.
Hubo mensajes sentidos, como el del presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, quien calificó la decisión de «profundamente lamentable», y otros más cáusticos y directos, como el de China, que instó a Washington a continuar cumpliendo con sus obligaciones con la oms y a «no culpar a terceros de los errores propios».
Al interior de la potencia del Norte, la Asociación Médica (ama), los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, diversas organizaciones de la sociedad civil, grupos de activistas y defensores de los derechos humanos, fijaron postura contra la soberbia presidencial.
Hubo actores muy explícitos, como el representante demócrata de la Cámara, Eliot Engel: «El Presidente nos muestra su libro de jugadas políticas: culpar a la oms, culpar a China, culpar a sus oponentes políticos, culpar a sus predecesores, hacer lo que sea necesario para desviar el hecho de que su administración manejó mal esta crisis y ahora está costando miles de vidas estadounidenses».
«El mundo necesita a la oms más que nunca», escribió en Twitter Bill Gates, de los mayores donantes privados de la entidad.
Sin embargo, curiosamente, el movimiento Anonymous culpó en un video reciente a la oms por priorizar los intereses de sus mayores donantes antes que la Salud Pública mundial durante la pandemia de la covid-19.
Lo que sí es cierto es que las cifras retiradas por Estados Unidos pesan en la proactividad de la organización. Su financiamiento decide en el 27 % del presupuesto para la erradicación de la poliomielitis, en el 19 % del combate a la tuberculosis, el vih, la malaria y el sarampión, y en el 23 % para operaciones de emergencia.
Por tanto, si los bolsillos de la oms flaquean con la salida de su principal donante, estiman los especialistas que se comprometen seriamente programas básicos de prevención de enfermedades en continentes como África y América Latina.
La oms ya había previsto una situación como esta y ha buscado la manera de sanar los daños en las finanzas de la institución, China y Rusia se han comprometido a apoyar de manera directa o indirecta, mientras que desde la Unión Europea le piden a Trump reconsiderar su decisión. Lo que sí pocos ignoran es la inconcebible actitud de un hombre soberbio que, bajo las vestiduras presidenciales, arrastra al país que más muertos tiene por la epidemia, hacia los más bajos niveles de la catadura moral y humana.
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