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Capacitados para la sexualidad

Le decían que no iba a tener pareja y le hacían ver que su vida iba a ser un camino que recorrería en solitario. Poco a poco le fueron minando la moral y la autoestima. Su timidez tampoco le ayudaba. Antonio C. tiene 42 años y lleva 8 en silla de ruedas debido a una enfermedad degenerativa que le diagnosticaron en plena infancia. A los 18 tuvo su primera experiencia sexual, con una prostituta. Acabó en sus brazos porque “tenía un gran deseo sexual y no tenía con quién compartirlo”, evoca. Pero Antonio sigue queriendo tener una pareja estable. ¿Para qué? “Para tener a alguien en quien volcar el cariño –sentencia–. Seguro que la vida es más agradable”.
Una amalgama formada por miedo, soledad, timidez y tabús se convierten en barreras casi infranqueables para que las personas con discapacidad física o psíquica tengan relaciones afectivas fluidas. Es, para muchos, un sueño inalcanzable. “Tienen la sexualidad que decide su entorno familiar, sobre todo los discapacitados psíquicos”, sentencia Gemma Deulofeu, psicóloga y sexóloga. La familia los suele apartar del sexo como si la discapacidad fuera enemiga de deseos y afectos.
La sexualidad no suele formar parte de las conversaciones familiares, tampoco en casa de Antonio. Aunque hay magníficas excepciones. Generalmente cuando se enteran de que sus hijos intercambian besos y abrazos “les entra un miedo terrible por lo que pueda pasar sobre todo por los embarazos, y la sexualidad no solo es sexo, es una manera de expresarse y de sentir”, explica la sexóloga. Ha habido padres de discapacitados psíquicos que “incluso han pedido que sus hijos no tengan contacto físico con los compañeros de trabajo. Los padres deciden los afectos”, matiza Deulofeu. Pero, lo peor de todo surge en las relaciones entre personas del mismo sexo, entonces las familias dicen “es que no saben lo que hacen”.
En una época en la que Antonio había perdido las amistades y la soledad se apoderaba de su vida se enteró de la existencia de la asociación Tandem Team, que pone en contacto a discapacitados y a “acompañantes eróticos o íntimos”, nombre por el que se les conoce, un modelo que es también se puede hacer extensible a los ancianos. El año pasado más de 150 personas acudieron a la entidad. La asociación, sin ánimo de lucro dulcifica unos encuentros para los que antes solo existía la alternativa de la prostitución. Estas iniciativas son una realidad en Europa e incluso en Suiza están subvencionadas.
Tandem Team tiene una base de datos con las ofertas y las demandas y pone en contacto a las dos partes en un encuentro que denominan “entrevista de expectativas para ver si hay ‘feeling'”, resume Maria Clemente, gerente de la asociación. Y ahí acaba su función de asesoramiento y acompañamiento. La pareja llega a un acuerdo privado. “Pactan qué hacer, cómo y también los límites corporales”, aclara Francesc Granja, presidente de la asociación sin ánimo de lucro. Si hay intercambio económico, que no siempre es así, queda en el ámbito privado. Los asistentes suelen ser gente realacionada “con las filosofías orientales, el tantra y los masajes eróticos”, añade Clemente. Las prostitutas que se han acercado a la asociación para colaborar no han funcionado “porque hace falta que tengan sensibilidad, empatía y entender la sexualidad desde un punto de vista no genital”, concluye la gerente de la entidad.
Esta iniciativa “no es la panacea, es un recurso más”, precisa Granja. Para Antonio, sin embargo, no ha sido un recurso más, ha sido la vara que le ha permitido medir la diferencia que hay entre un encuentro con una prostituta o con un asistente íntimo. “He descubierto que el placer sexual también está en las caricias y los besos. Con una prostituta eso es puro teatro. No me aportaban nada a nivel afectivo, solo un momento de placer y ya está. Me sentía vacío. Ahora noto que los asistentes están conmigo por un cariño que quieren compartir. Son personas que se ponen en tu piel. Te dan asistencia, es como si tuvieras a alguien que te ayudara a vestirte”, explica.
Ligar sentado en una silla de ruedas no es una cuestión baladí, tiene numerosas dificultades porque, como explica Antonio, “todo entra por la vista y la gente primero se dirige a los que no tienen discapacidad”, relata.
Las dificultades para establecer relaciones salen constantemente en las conversaciones que tienen con la sexóloga. “Lo primero que preguntan –dice– es qué tengo que hacer para ligar”.Generalmente hay un desconocimiento entre lo que pueden y lo que no pueden hacer. Deulofeu aboga, sobre todo en el caso de los discapacitados psíquicos, por preguntarles y también escuchar qué quieren y qué necesitan para cumplir sus deseos más íntimos. “Yo he hecho acompañamientos para visitar a prostitutas, pero quizá no necesitan eso, prefieren afectos”, aclara Deulofeu.
El periodico

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