Hace unos meses, cuando ya había entrado de lleno en el tema de la Guerra Civil, la profesora Elvira Fernández invitó a clase a Assumpta Montellà para que hablara de la Maternidad de Elna. La historiadora, autora del famoso libro sobre la también conocida como Maternidad Suiza, el lugar donde centenares de mujeres embarazadas, refugiadas de la guerra y confinadas en los campos de concentración del sur de Francia pudieron dar a luz en condiciones dignas, se sentó ante la clase y relató la historia de aquel edificio milagroso, lo que a ella misma le habían contado algunas mujeres que habían alumbrado allí así como la propia directora, la enfermera suiza Elisabeth Eidenbenz. “Se hizo un silencio sepulcral”, recuerda la profesora. Los estudiantes estaban cautivados y escucharon sin parpadear.
Unas semanas después, los mismos alumnos le propusieron hacer un recorrido por los escenarios de la guerra en Barcelona. “Les interesaba el tema y querían saber más”. La idea tuvo éxito y se materializó, pero no en una ruta por la ciudad sino en una visita a los escenarios de la guerra en el Ebro, a donde fueron en junio, “con el curso ya acabado y las notas puestas”, es decir, cuando el conocimiento tenía valor por el conocimiento en sí. “La guerra les interesa”, dice la maestra que consigue interesar a sus alumnos en la guerra. La anécdota tuvo lugar en el Institut Icària, en Barcelona, con la profesora Fernández y sus alumnos de 2º de Bachillerato, y retrata lo que los expertos en educación creen que debería ser la enseñanza de la guerra civil en los institutos.
“Una enseñanza no basada solo en los libros de texto sino en un sistema de aprendizaje por descubrimiento, en el que se motiva al alumno para que quiera descubrir no solo lo que pasó sino por qué pasó, así como las consecuencias que tiene eso sobre su vida”, explica Joaquim Prats, catedrático del Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universitat de Barcelona y coordinador del Grupo DHIGECS (Didáctica de la Historia, la Geografía y otras Ciencias Sociales). Prats, como otros expertos, lamenta que el tipo de enseñanza de la maestra Fernández no sea la regla. “Es minoritario”, dice.
La enseñanza de la guerra civil en los institutos ha evolucionado desde la llegada de la democracia y sigue haciéndolo. “En los años siguientes a la transición la visión era más ideológica según quién impartía la materia –explica Prats–. Creo que actualmente es más objetiva y correcta según el nivel historiográfico que tenemos”. Liberada de sesgos ideológicos, durante años se basó en la memorización de fechas y acontecimientos clave, en “aprender cuatro cosas que luego el alumno olvida para siempre”, y en hacerlo, a veces, a toda prisa, bajo el acoso de un calendario siempre apretado y de un currículo cargado que había que despachar a como diera lugar. Mucho de eso sobrevive hoy, y no como una anécdota. “Un problema que hay es que a buena parte del profesorado no se le ha enseñado a enseñar –dice Joan Pagès, profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales de la UAB–. Además, como es un tema que en el currículo aparece muy al final, apenas se llega, y si se llega, el profesor prefiere aferrarse a lo que dice el libro, básicamente para no comprometerse. Porque sigue habiendo un cierto temor a abordar el tema, lo cual es sorprendente, con los años que han pasado ya”.
La guerra civil se trabaja en 4º de ESO y en 2º de Bachillerato. En ESO, el tema figura en el último lugar de un bloque histórico que incluye, entre otras cosas, la economía del periodo de entreguerras, el estudio del fascismo y del nazismo, la evolución de la URSS, la Segunda República y la Catalunya Autónoma de 1931 a 1936. En bachillerato, el currículo dicta trabajar en las causas de la revuelta militar, las fases de la guerra, la evolución política y la represión en las retaguardias de ambos bandos; el contexto internacional, la situación de la Generalitat republicana durante la guerra y el desenlace del conflicto, así como sus consecuencias. Todo eso en un número de horas de clase que, todos lo saben, son muy inferiores a lo que manda una auténtica comprensión de la historia. “Los currículos son enciclopédicos e inabordables, y así es imposible entrar en una visión profunda de los acontecimientos –dice Prats–. Aquí de lo que se trata es de intentar que los alumnos comprendan, y el comprender es muy lento. De este modo la formación histórica pierde su valor y su capacidad formativa”.
¿Por qué es importante estudiar la guerra civil, y hacerlo bien? “Porque la historia reciente es la historia que explica dónde estamos –dice Pagès–. Claro que hay que estudiar a los romanos, pero si uno quiere comprender por qué el mundo es como es hay que estudiar la historia reciente, y en el caso de España y de Catalunya pasa obligatoriamente por estudiar la guerra”.
Naturalmente, aquella visita de Montellà al Institut Icària no fue un acontecimiento aislado, sino una actividad que era fruto de una manera afín de entender las cosas. “Me interesa menos que mis alumnos sepan muchas cosas de historia y más desarrollar su pensamiento histórico crítico”, dice Fernández, de la corriente “minoritaria” que apuesta por hacer bien las cosas. “Del currículo –explica– los profesores tenemos que seleccionar, establecer prioridades, y para mí, la guerra civil, el franquismo y la transición son temas fundamentales, temas que todo alumno al terminar la ESO debería haber trabajado bien”. A sus alumnos, Fernández les proyecta documentales, les recomienda películas sobre la guerra; lleva a clase –llevó, mientras fue posible– a los que vivieron directamente el conflicto, y sigue llevando a los que apenas eran niños cuando estalló, y que recuerdan poca cosa, quizá el ajetreo de las bombas, quizá un paseo entre los escombros (“el testimonio directo es importantísimo”); trabaja con los carteles de la guerra y con las fotografías de la guerra, que estudia y analiza con los alumnos; y los anima a hacer de historiadores y a preguntar sobre la guerra en sus casas, a ver con qué se encuentran. “Y también intento hacer una educación en valores. Porque cuando se trabajan los totalitarismos siempre hay una parte de valores que es importante”.
Hay profesores que lo hacen bien. “El objetivo es que comprendan lo que ocurrió y que sean analíticos”, sentencia Neus Alcarraz, profesora de Historia en 2º Bachillerato de la Escola IPSI, en Barcelona. Su abordaje de la guerra civil siempre acaba con una ruta del exilio que pasa por el Memorial de La Jonquera, las playas del sur de Francia, la Maternidad de Elna y la tumba de Machado en Collioure; pero antes de eso los puso a ver documentales, a hacer investigación de la guerra en sus familias, a leer a Pierre Vilar y su ‘Historia de España’ (“que no es un libro de historia al uso, es un ensayo histórico, muy analítico”); les trazó paralelismos con la actualidad, y les trasladó “los valores morales, éticos, de pacifismo y respeto que se deben extraer de enseñar la guerra, y más una guerra civil”; les trasladó, en resumen, “una visión lo más completa posible” del tema. Aunque penda sobre la clase el fantasma de la selectividad, y que la guerra civil siempre sale en las pruebas, ni la profesora Alcarraz ni la profesora Fernández ceden a lo que otros: la tentación de estudiar para la selectividad. “Puedes preparar la selectividad así”, dice Alcarraz. “Es otro condicionante, es cierto, al igual que el poco tiempo de que disponemos para enseñar algo tan importante, pero que tenga presentes las pruebas no significa que solo nos vamos a sentar a leer libros”, dice Fernández.
Ensenyament y el Memorial Democràtic pusieron en marcha hace unos años un grupo de profesores cuya misión es elaborar propuestas didácticas para trabajar la guerra en las aulas: el tipo de iniciativas que buscan el cambio. “Se trata de asegurar que no solo se trabaje el currículo, sino que el tema de la recuperación de la memoria, con lo que significa en términos de valores democráticos, quede recogido”, dice Gemma Simon, responsable del Servicio Pedagógico del Memorial. Dice algo capital Simon: “Cada profesor tiene libertad para hacer las clases según la metodología que considere conveniente”. Al fin y al cabo, en eso se basa todo: en el profesor. En su libertad para hacer las cosas como considere conveniente: poniendo a los chicos a memorizar o poniéndolos a pensar. “Si tiene sentido que exista este grupo es porque desgraciadamente tenemos la situación que tenemos, pero estamos viendo un cambio de tendencia”. De camino hacia el día en que las Fernández y Alcarraz no serán minoría.
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