El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado este martes un abrupto giro de 180 grados en una parte central de su mensaje sobre la pandemia de coronavirus en Estados Unidos y en una comparecencia en solitario ante la prensa ha admitido por primera vez que la situación “probablemente, desgraciadamente, se va a poner peor antes de mejorar”. “Es algo que no me gusta decir sobre las cosas pero es como es”, ha declarado.
Con casi 3.9 millones de contagios y cerca de 142.000 muertos en EEUU es la primera vez que Trump realiza públicamente ese análisis. Lo hace dos días después de la emisión de una entrevista en la que mantuvo su visión optimista y alejada de la realidad, cuando su gestión de la crisis le está castigando en las encuestas sobre las elecciones presidenciales de noviembre y conforme la pandemia sigue azotando con intensidad el sur y el oeste del país, especialmente en zonas donde se apresuró la reapertura de la economía.
Aunque en la misma comparecencia Trump ha insistido en ideas como que “el virus desaparecerá”, en señalar a China como responsable o en dar datos disputados situando a EEUU como uno de los países con tasa de fatalidades más baja se trata de un giro significativo. Y no solo por el análisis más ajustado a la sombría realidad, sino porque también ha realizado un llamamiento directo a los estadounidenses, especialmente a los jóvenes, a usar la mascarilla, un elemento que durante meses ha estado marcado por la politización y cuyo¡a utilidad él mismo había minimizado hasta hace poco. “Les guste o no las mascarillas tienen un impacto, tendrán un efecto y necesitamos todo lo que tengamos al alcance”, ha declarado Trump, que no se la puso en público hasta hace 10 días pero ya este lunes avanzó su nueva posición al tuitear una foto suya con una tildando ese uso como “patriótico”.
Seguir el guión
Trump ha comparecido solo, sin el vicepresidente Mike Pence, que dirige el equipo de trabajo sobre la pandemia, y sin los expertos dentro de ese equipo que inicialmente frecuentaban estos briefings, la doctora Deborah Birx y el doctor Anthony Fauci, que ha estado sometido a una campaña de descrédito y silenciamiento desde la Casa Blanca y al que el presidente en la entrevista emitida el domingo tildó de “alarmista”
Trump ha seguido casi al pie de la nota las notas preparadas y la comparecencia ha durado, entre sus declaraciones y preguntas, 26 minutos. Y las formas en este retorno a las sesiones informativas sobre el virus marcan un abismo respecto a las que fueron frecuentes en primavera. Entonces Trump, que por la pandemia tuvo que dejar de hacer mítines de campaña, a menudo las usaba con un acto político. Se extendía durante más de una hora y rara vez seguía un guión y creó muchos momentos polémicos, como cuando sugirió inyectar desinfectante o lejía. Muchos asesores pensaron entonces que le estaban haciendo daño electoralmente y el propio presidente las abandonó diciendo que “no merecen el esfuerzo de tiempo”. Algo ha cambiado.
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